Parafraseando al gran Groucho, escribo este artículo para ver esa bonita costumbre, ese gran hábito de todo político, rendir un claro homenaje a ese dicho de "donde dije digo, digo Diego"
El PP, exultante tras su congreso de Valencia del pasado fin de semana, ha terminado de dejar claro que ya no son un partido de derechas conservador, ahora ya no saben ni lo que son.
Antes, amiguines de Losantos y demás chusma que plaga nuestros mares radiofónicos y televisivos, conservadores hasta la médula, en contra del matrimonio gay, de la ley de igualdad de género, opositora hasta del sonido que hace ZP al respirar; ahora, dócil y casi invisible en lo que a temas extrictamente políticos, parece ser que se ha reorganizado, al fin ha "jubilado" a (mi parecer) la lacra de la cúpula directiva que perdió dos elecciones, Acebes y Zaplana, que me recordaban a los viejos de los Teleñecos, en sus escaños carcajeándose de todo, sacándole punta hasta al aire acondicionado de la cámara alta, malmetiendo.
¿Qué está pasando?
Ahora ponen a lo que muchos medios catalogan de "joven promesa política" a la cabeza del partido, en la portavocía, cambian a todo el mando intermedio entre los militantes y el propio Rajoy, y están empeñados en dar la imágen de centro moderado, pero, ¿es eso posible? ¿que pasará si llegan al poder? ¿cambiarán de golpe, o, mejor dicho, volverán a las andadas? ¿de verdad se puede cambiar tanto y tan rápido?
Sólo me falta por ver, como escuché en la radio el otro día, a Rajoy hablando con sus militantes, recitando la frase que encabeza esta pequeña disertación
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